jueves, 8 de noviembre de 2018

Carabalí


Carabalí
Por : Cayetano Coll y Toste
A las riberas del río Abacoa, entre los llanos de Arecibo y las montañas de Utuado, se encontraba una caverna misteriosa, los vecinos del lugar la conocen como La Cueva de los Muertos. Cubierta por maleza verde, se encuentra la entrada de la cueva. Cuentan que, en las noches, se pueden oír murmullos de almas en pena de esclavos, jurando venganza.  Carabalí era un negro bravo y rebelde. No se conformaba con ser tratado como una bestia de carga. Por esa misma razón, decidió que se escaparía de la hacienda por tercera vez.  Carabalí atravesó bosques y lodazales como pudo, a gatas, arrastrándose o corriendo.  Venciendo todos los obstáculos, logró llegar a la cumbre del monte, en donde entró a una oscura cueva deslizándose por una estrecha grieta. Él sabía que al amanecer los capataces irían a buscarlo. Lo bueno es que conocía muy bien aquella cueva, porque ya se había ocultando ahí otras veces. Ahí encontró trozos de madera seca con los que encendió una fogata para calentarse. Como estaba muy cansado de tanto correr, sacó de su bolsillo un trozo de una hoja de tabaco  torcida, se la metió en la boca y se quedó dormido. A la mañana siguiente los perros seguían buscándolo, ladrando con furia. Carabalí abrió los ojos justo cuando la luz del sol comenzaba a entrar a la cueva. Recordó entonces que La Monga, una vieja esclava, le había dado un machete para que se defendiera. Lo amoló con una piedra y cogió una higuera, con la que hizo una vasija para tener agua. Luego desayunó algunas frutas silvestres y se dispuso a cerrar la entrada de la cueva con piedras de diferentes tamaños.  Al terminar, pudo escuchar los ladridos cada vez más cercanos. Pronto se dio cuenta de que los perros estaban justo a la entrada de la caverna. Uno de ellos metió la cabeza por un pequeño agujero, tratando de olfatear el interior. Carabalí comprendió que estaba perdido; sus perseguidores sabían ya donde estaba y comenzaron a quitar las piedras para entrar a la cueva. Entonces, Carabalí camino hacia el fondo de su refugio sin recordar el precipicio que había ahí; sin darse cuenta, cayó en él.

 Los capataces entraron a la cueva y, convencidos de que Carabalí había muerto al caer, abandonaron el lugar y dieron por terminada la búsqueda. Pero, se habían equivocado…
Carabalí, el valiente esclavo, había logrado sobrevivir a la caída. A pesar de la altura desde laque había caído, su fortaleza de espíritu le ayudo a recuperarse de sus heridas y a crear, poco a poco un refugio en aquella cueva. Cuenta la leyenda que Carabalí logro reunirse después con otros esclavos fugitivos, y que juntos ayudaron a otros esclavos a escapar. Aunque en algunas ocasiones los vecinos del lugar lo vieron, pensaban que era un fantasma que quería vengarse, porque todos suponían que había muerto al caer el precipicio. Todavía hoy, más de doscientos años después, los jibaros del barrio cuentan que en las noches de luna puede verse a Carabalí cabalgando, dispuesto siempre a defender y ayudar a los fugitivos del ingenio.

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