Carabalí
Por : Cayetano Coll y Toste
A las riberas del río Abacoa, entre los
llanos de Arecibo y las montañas de Utuado, se encontraba una caverna
misteriosa, los vecinos del lugar la conocen como La Cueva de los Muertos. Cubierta por maleza verde, se encuentra
la entrada de la
cueva. Cuentan que, en las noches,
se pueden oír
murmullos de almas
en pena de esclavos, jurando venganza. Carabalí era un negro bravo y rebelde. No se conformaba con ser tratado como una bestia
de carga. Por esa misma razón,
decidió que
se escaparía de la hacienda por tercera vez. Carabalí atravesó bosques y lodazales como
pudo, a gatas, arrastrándose o corriendo.
Venciendo todos los obstáculos, logró llegar a la cumbre del monte, en
donde entró a una oscura cueva deslizándose por una estrecha grieta. Él sabía
que al amanecer
los capataces irían a buscarlo. Lo bueno es que conocía muy bien aquella cueva,
porque ya se había ocultando ahí otras veces. Ahí encontró trozos de madera
seca con los que
encendió una
fogata para calentarse. Como estaba muy cansado de tanto correr, sacó de su bolsillo un trozo de una hoja de tabaco
torcida, se la metió en
la boca y se
quedó
dormido. A la
mañana
siguiente los perros seguían buscándolo, ladrando con furia. Carabalí abrió los ojos justo cuando la luz del sol comenzaba a entrar a la cueva. Recordó entonces que La Monga, una vieja esclava, le había dado un machete para que se
defendiera. Lo amoló con
una piedra y cogió una
higuera, con la que hizo una vasija para tener agua. Luego desayunó algunas frutas silvestres y se dispuso a cerrar la entrada
de la cueva con piedras de diferentes
tamaños. Al terminar, pudo escuchar los ladridos cada vez más cercanos. Pronto se dio cuenta de que los perros
estaban justo a la entrada de
la caverna. Uno de ellos
metió la
cabeza por un pequeño
agujero, tratando de olfatear el interior. Carabalí comprendió que estaba
perdido; sus perseguidores sabían ya donde estaba y comenzaron a quitar las piedras para entrar a la cueva. Entonces,
Carabalí
camino hacia el fondo de su refugio
sin recordar el precipicio que había ahí; sin darse cuenta, cayó en él.
Los
capataces entraron a la cueva y, convencidos de que Carabalí había muerto al caer, abandonaron el lugar y dieron por terminada la búsqueda. Pero, se habían equivocado…
Carabalí, el valiente esclavo, había logrado
sobrevivir a la caída. A pesar de la altura desde laque había caído, su fortaleza de espíritu le ayudo a recuperarse de sus heridas y a crear, poco a poco un refugio en aquella cueva. Cuenta la leyenda que Carabalí logro reunirse después con otros esclavos fugitivos, y que juntos
ayudaron a otros esclavos a escapar. Aunque en algunas ocasiones los vecinos del lugar lo vieron,
pensaban que era un fantasma
que quería
vengarse, porque todos suponían que
había
muerto al caer el precipicio.
Todavía
hoy, más de
doscientos años
después,
los jibaros
del barrio cuentan que en
las noches de luna puede verse a Carabalí cabalgando, dispuesto siempre a
defender y ayudar a los fugitivos
del ingenio.